En una hermosa película de Woody Allen un personaje descubre, con pavor, que está desenfocado.
Estar desenfocado no es una circunstancia meramente técnica. Es una cuestión de clase. Estar desenfocado es pertenecer al segundo plano, a los extras y figurantes de la película.
Las noticias, la actualidad contada al uso, pone cerca de los focos, en el primer plano de la actualidad a los que tienen el poder, a los que toman las decisiones, a los que figuran, a los que saben. Aquellos cuya vida es importante y su muerte motivo de esquela. A los que representándose a si mismos o a instituciones, son la imagen de la jerarquía que sujeta el mundo.
Sabemos que entre ellos hay "negros". Personas que aparecen pero que son el icono público de la persona anónima que verdaderamente ostenta el poder. Hay quien sostiene que éstos, los amos de verdad, hacen de la opacidad y el anonimato uno de sus principales objetivos. Y lo logran.
También hablan de que en la representación de poder que nos muestra el primer plano de la actualidad se oculta una feria de las vanidades que no representa en absoluto lo que aparentan. Se dice que ni siquiera los Estados son lo que eran. Que fuerzas supranacionales restringen y hasta programan sus movimientos en decisiones fundamentales.
También se habla de que, según se eleva uno en la escalera de mando, la capacidad de decisión se limita porque estar arriba, en algunos casos, tan sólo es el plano de privilegio cenital de la propia inoperancia.
Se dice que el poder es una tupida red de intereses que hace casi inviable la alteración de un "status quo" que nadie parece saber quien gobierna o si su gobierno es una navegación a la deriva.
Pero de vez en cuando, uno de nosotros, de la clase de los "extras", voluntaria o aleatoriamente, abandona su vulgar condición de sujeto de masa y pasa al primer plano. En el común de los caso porque se convierte en daño colateral de decisiones ajenas o protagonista de tragedia natural o suceso o accidente. Son os protagonistas de la crónica negra y de las letras pequeñas de la guerras y la siniestralidad (laboral, de tráfico...).
Pero también sucede que uno de nosotros y de nosotras se cuela en el plano al que no estaba invitado. Y aprovechando ese lapso de notoriedad dice como se llama y como vive y que pasa en el mundo de los que no son portada, los excluidos de las agendas influyentes que señalan lo fundamental en el océano de nuestras rutinas.
Ha sucedido con Juan Losé López de Uralde y sucedió con Aminetu Haidar. Una mujer humilde de un pueblo humilde. Una mujer y un pueblo cuyo mapa no es fácil de situar en el globo porque se le niega el derecho a llamarse.
Pues bien, esta mujer se sienta en un aeropuerto y durante un tiempo se convierte en el primer plano. No pertenece a la nómina de los protagonistas habituales y su presencia que logra solidaridades también incomoda. Su repertorio de interpretación es muy limitado: no come y reclama dignidad.
Pero este cambio en las prioridades y las jerarquías lo trastoca todo. Basta que alguien salga de rol para que todo el engranaje no funcione con la rutina que las caracteriza. Ya nada es simple. Todo es de una complejidad inquietante. Los amigos no son tan amigos. Las soluciones no parecen las soluciones. Lo evidente es oscuro. Lo eficaz inviable. Y en esa situación uno se irrita de impotencia y critica a aquello que cotidianamente contribuye a sostener.
Esto, entre otras cosas, pasa cuando alguien se sale de plano. Y otra película del maestro Woody Allen que situamos aquí debajo resulta reveladora para entender que, con guiones escritos y cerrados, los márgenes de libertad de los actores son limitados. En el cine y en la vida. Y más para los desenfocados.
La película es "La rosa púrpura de El Cairo". Y el invitado del programa de "Proyecto ADN" del viernes 15, en Radio Círculo, de 16 a 17 horas, será el diplomático y jefe de gabinete del Miguel Ángel Moratinos, en el Ministerio de Asuntos Exteriores, Agustín Santos.
Estar desenfocado no es una circunstancia meramente técnica. Es una cuestión de clase. Estar desenfocado es pertenecer al segundo plano, a los extras y figurantes de la película.
Las noticias, la actualidad contada al uso, pone cerca de los focos, en el primer plano de la actualidad a los que tienen el poder, a los que toman las decisiones, a los que figuran, a los que saben. Aquellos cuya vida es importante y su muerte motivo de esquela. A los que representándose a si mismos o a instituciones, son la imagen de la jerarquía que sujeta el mundo.
Sabemos que entre ellos hay "negros". Personas que aparecen pero que son el icono público de la persona anónima que verdaderamente ostenta el poder. Hay quien sostiene que éstos, los amos de verdad, hacen de la opacidad y el anonimato uno de sus principales objetivos. Y lo logran.
También hablan de que en la representación de poder que nos muestra el primer plano de la actualidad se oculta una feria de las vanidades que no representa en absoluto lo que aparentan. Se dice que ni siquiera los Estados son lo que eran. Que fuerzas supranacionales restringen y hasta programan sus movimientos en decisiones fundamentales.
También se habla de que, según se eleva uno en la escalera de mando, la capacidad de decisión se limita porque estar arriba, en algunos casos, tan sólo es el plano de privilegio cenital de la propia inoperancia.
Se dice que el poder es una tupida red de intereses que hace casi inviable la alteración de un "status quo" que nadie parece saber quien gobierna o si su gobierno es una navegación a la deriva.
Pero de vez en cuando, uno de nosotros, de la clase de los "extras", voluntaria o aleatoriamente, abandona su vulgar condición de sujeto de masa y pasa al primer plano. En el común de los caso porque se convierte en daño colateral de decisiones ajenas o protagonista de tragedia natural o suceso o accidente. Son os protagonistas de la crónica negra y de las letras pequeñas de la guerras y la siniestralidad (laboral, de tráfico...).
Pero también sucede que uno de nosotros y de nosotras se cuela en el plano al que no estaba invitado. Y aprovechando ese lapso de notoriedad dice como se llama y como vive y que pasa en el mundo de los que no son portada, los excluidos de las agendas influyentes que señalan lo fundamental en el océano de nuestras rutinas.
Ha sucedido con Juan Losé López de Uralde y sucedió con Aminetu Haidar. Una mujer humilde de un pueblo humilde. Una mujer y un pueblo cuyo mapa no es fácil de situar en el globo porque se le niega el derecho a llamarse.
Pues bien, esta mujer se sienta en un aeropuerto y durante un tiempo se convierte en el primer plano. No pertenece a la nómina de los protagonistas habituales y su presencia que logra solidaridades también incomoda. Su repertorio de interpretación es muy limitado: no come y reclama dignidad.
Pero este cambio en las prioridades y las jerarquías lo trastoca todo. Basta que alguien salga de rol para que todo el engranaje no funcione con la rutina que las caracteriza. Ya nada es simple. Todo es de una complejidad inquietante. Los amigos no son tan amigos. Las soluciones no parecen las soluciones. Lo evidente es oscuro. Lo eficaz inviable. Y en esa situación uno se irrita de impotencia y critica a aquello que cotidianamente contribuye a sostener.
Esto, entre otras cosas, pasa cuando alguien se sale de plano. Y otra película del maestro Woody Allen que situamos aquí debajo resulta reveladora para entender que, con guiones escritos y cerrados, los márgenes de libertad de los actores son limitados. En el cine y en la vida. Y más para los desenfocados.
La película es "La rosa púrpura de El Cairo". Y el invitado del programa de "Proyecto ADN" del viernes 15, en Radio Círculo, de 16 a 17 horas, será el diplomático y jefe de gabinete del Miguel Ángel Moratinos, en el Ministerio de Asuntos Exteriores, Agustín Santos.
Mariano Crespo
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