El entorno. A mí esta palabra nunca me ha gustado. La familia. Bien, gracias. Los allegados. Esta palabra me agrada. Los cercanos, los prójimos.
Al ser humano le es dado un grupo protector contra los peligros exteriores. Pero al igual que cuando nos referimos a la policía, siempre nos preguntamos quién nos protege de ella, cuando hablamos de los nuestros siempre se escapa entre el mucho cariño, un atisbo de temor, de vulnerabilidad. Los daños, los grandes daños, los irreparables, suelen venir de quienes nos conocen, nos circundan, nos atañen.
Cuento, en cuanto me dan oportunidad, la anécdota de sir Winston Churchill que, acompañado de un joven diputado y señalando este la bancada de enfrente en el parlamento para referirse a ellos como nuestros enemigos, fue corregida por el experimentado político británico.
- No se equivoque joven, ahí enfrente toman asiento nuestros adversarios. Los enemigos los tenemos a nuestra espalda.
Esta obviedad que conocen todos los políticos, la conoce también la policía, los criminalistas y hasta el tonto del pueblo con memoria para los refranes:
- No hay peor cuña que la de la misma madera –proclama con sabiduría mientras regala baba con generosidad a quien quiere escucharle.
Alguien dijo que lo bueno de mis enemigos es que no me conocen lo suficiente. Si a esta frase se le da la vuelta nos encontraremos con que nuestra vulnerabilidad, nuestra línea de flotación es conocida por los que nos quieren y ese es el peligro.
Convendría añadir que los próximos somos los que nos disputamos, en reducido espacio, todas las pasiones: la avaricia, la envidia, el deseo. Estas no son cosas abstractas, en nuestro hábitat tienen nombre y apellido conocido. Uno no quiere el dinero de Botín sino el del vecino, y más concreto que el deseo sobre Elsa Pataki son las ganas que provoca la vecina (o el vecino) del cuarto.
Por más abundar: el cariño y la valoración son unos bienes escasos se reparten en nuestro entorno no siempre (nunca) a la medida de los receptores.
Todo lo relatado es una bomba de relojería que, a veces estalla, o en la mayor de las ocasiones no se le activan los mecanismos para bien de la supervivencia humana.
Sobre la difícil convivencia de los iguales. Sobre los secretos que entre ellos se guardan. Sobre los cadáveres de nuestros armarios, hablaremos en el último programa de “Proyecto ADN” antes de la Semana Santa. Y, para ser respetuosos con la efeméride le hemos dado el religioso título de “Judas siempre tiene coartada”.
Estará con nosotros de tertulia la escritora Marta Sanz, cuya última novela “Black, black, black” algo tiene que ver con esto que tú y yo estamos conversando.
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