Al programa del viernes 30 de abril le hemos dado el provocador título de “¿Es vergonzoso ser trabajador?”
Tal vez en una respuesta rápida una gran mayoría diría que no, en ese estilo de respuestas políticamente correctas que tenemos todos en nuestro catalogo particular, el de salir del paso y quedar como un señor.
Pero la percepción social y los mensajes imperantes nos han hecho reflexionar en vísperas del 1º de mayo, del Día Internacional del Trabajo, sobre esta realidad. Pensamos que hay un desprestigio del trabajo y, en el mismo paquete, del trabajador. Vivimos en una época de consagración del éxito, de prestigio del dinero y, consecuentemente, de que el trabajo es el lado de los perdedores, un castigo del que hay que huir por cualquier medio.
Bien es cierto de que la crisis y la llegada del desempleo ha colocado el trabajo casi como un salvavidas en un barco que naufraga y que a muchas personas les está tocando la necesidad en la línea de flotación de sus vidas.
Pero aun así, pensamos que el trabajo, la función que desempeña en nuestras vidas, la dignidad que la confiere, han quedado fuera de las cotizaciones al uso en la bolsa de valores de estos tiempos.
La gente, cuando manifiesta sus opiniones cuando le demandan que se encuadre socialmente en las encuestas, dice mayoritariamente que es “clase media”, lo que resulta chocante en una sociedad de mileuristas y desempleados.
Se ha perdido la conciencia de pertenencia o quizás, como decimos en el título, da vergüenza, decir que se es trabajador que se pertenece a la clase trabajadora. Vuelve a parecer un estigma. Esa sombra de perdedor en la historia sagrada que rinde culto al éxito social por el grosor de la cuenta corriente.
Sin embargo, ser trabajador es ganarse la libertad con el propio esfuerzo, es desarrollar una parte del potencial que nos desarrolla como personas y como ciudadanos. ¿Por qué ese desprestigio? Y por qué esa tendencia al individualismo. Porque claro cuando uno no se identifica ni en el lenguaje con los demás, se ahoga la posibilidad ni de compartir, unirse y crecer. De ser solidario y de, a la vez, no estar en desamparo.
Bueno el caso es que vamos a hablar de eso que para algunos es una maldición bíblica, para otros la puerta de la salida del infierno. Y para la mayoría aquello que constituye el setenta por ciento del periodo de nuestra vida. Lo suficiente como para que identificarse como trabajador no resulte algo extraño. Como trabajador, como obrero, o como se gustaba decir en el régimen del general Franco, de productores. Ole, a la altura de Samuel Bronston, Spielberg…
SUSCRIVO AL 100% LO QUE MANIFIESTAS Y DENUNCIAS DESCONOZCO TU EDAD PER YO YA RONDO LO 50 Y PARA MI SER TRABAJADOR ES TODO UN ORGOLLO LA CLASE TRABAJADORA NO SABE DE CORRUCTELAS NI PREVILEJIOS LO NUESTRO ES EL SACRIFICIO ECONOMICO Y LA LUCHA DEL DIA A DIA PARA SUSSISTIR Y ESO SI AUN QUE AL CAPITAL LEJODA SER FELIZ . ANIMO QUE TE SEGIRE
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